jueves, 2 de abril de 2020

EL BRUJO

La noche anterior fue la definitiva, ya estaba cansado de oir a los animales siendo sacrificados y los golpes en la pared que compartían sonaban en su almohada. Intentó persuadirlo  de que parara, pero como respuesta recibió unas pocas palabras: -¡Voy a matarte!. ¡Así como a tu madre!
Eso era ilógico, pensó volviendo a la cama, ella había muerto unos meses atrás en una operación a corazón abierto luego de una serie de complicaciones que arrastró varios años.
Allí estaba, sentado en la vereda, había fumado tanto como se lo permitían sus pulmones, la garganta quemaba y el cuerpo entero repudiaba ya la nicotina respondiendo con náuseas.
Lo vio venir a una cuadra de distancia, entró corriendo y sin titubear tomó  un cuchillo de la mesa. Al salir del mismo modo, quedó paralizado unos segundos, caminó lentamente los últimos cincuenta metros, volvió a detenerse a dos pasos de él, por primera vez vio sus ojos, dos llamas penetrando en su alma.
Una zancada y ya lo tenía del hombro, con la otra mano clavó el arma en su estómago y la deslizó hacia arriba.
El brujo lo abrazó, abrió la boca, pero no emitió sonido alguno. Cayeron lentamente arrodillados, con fuerza retiró la hoja de metal del cuerpo, las vísceras se desparramaron en el suelo.
Las calles estaban vacías y frías. Volvió a sentarse en la vereda, con las manos ensangrentadas prendió otro cigarro.
En vano he intentado comunicarme con él, allí nadie contesta, imagino el eco del teléfono apagandose en los pasillos de paredes altas y blancas.

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