sábado, 4 de abril de 2020

BAJO EL ÁRBOL DE SIEMPRE

La mañana siguiente bastó con que su perro rasgara un poco la tierra para lamer por última vez su rostro. 
Esa, no era diferente a otras tantas noches en las que solía sentarse bajo el árbol de la esquina a fumar y dejar que la mente volara.
Vio acercarse a sus amigos... Con los que creció jugando  en ese mismo lugar, con los que compartió largas charlas de felicidad y tristeza.
Un golpe seco en la nuca y, ¿ conoces el chillido de un hombre forzándose por respirar?, ¿ese que emite cuando el oxígeno no llega mas que a la garganta?. Una puntada entre las costillas, el mas fuerte lo montó y se encargó de que la cabeza sólo pendiera de un tendón. De todas formas los cuatro quedaron bañados en su sangre, eufóricos por haber cazado un animal nocturno.
No se dieron cuenta que ya no estaban en el monte, que habían dejado atrás la última cuadra donde terminaba y empezaba el barrio. 

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