domingo, 5 de abril de 2020

INTRUSO

¿ Quién desconfiaría de un niño de cuatro años?. Nadie.
Mamá heredó la casa de los abuelos, siempre trabajó muy duro para los dos, yo me quedaba en la guardería y ella pasaba por mi a las tres de la tarde cada día.
No tenía necesidad de buscar un hombre que la amara, solía decir que yo era su todo, ¿ puedo decir que éramos felices? Lo éramos en realidad, pero ella pretendía encontrar alguien que le ayudara a medida que yo crecía, pensaba que sola no podría guiarme por "el buen camino" y que en algún momento necesitaría la figura de un padre para poder afrontar la vida.
Cuando creyó encontrar al individuo correcto éste terminó abandonándola con unos cinco meses de embarazo igual que papá, cuando nació Felipe los últimos rastros del amor que era mío fueron desapareciendo, me pasé dos años intentado hallar el modo de recuperarlo.
Esa tarde mamá nos recogió y cuando llegamos a la casa entró a bañarse, no era frecuente que tardara mas de cinco minutos ya que en una oportunidad logró rescatarlo al verme arrastrándolo hasta la orilla de la cama cuando él tenía unos pocos meses, en otra ocasión pude llegar a morderle una oreja fue muy gracioso verlo llorar. Así que ese día tomé a Felipe de la mano y lo llevé al patio de atras, teníamos una pequeña pero profunda fuente para que bebieran los pájaros, allí lo empujé, vi como pateaba hasta que dejó de moverse.
Creí que mamá volvería a verme como antes, que me arroparía y me besaría todas las noches, sin embargo solo la veo llorando cada ves que me asomo a su cuarto, lo que por cierto tengo prohibido. Lleva meses encerrada, la tía es la que nos cuida.

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